Cuando la batalla no es la solución

Lucas tiene 11 años y es el mayor de dos hermanos. Hijo de profesora de secundaria y de padre enfermero. En casa, es él quien «corta el bacalao». Si dice si es que si, y si dice no, no hace falta ni que insistan. Con su hermano mantiene una relación cordial y con sus padres una especie de amor/odio, que hace que en ocasiones el hogar parezca un «ring» de batalla. En el colegio, a pesar de siempre haber sacado muy buenas notas, su rendimiento ha bajado considerablemente y los profesores le tienen que llamar muchas veces la atención para que se comporte de manera adecuada. Fran y su esposa Laura, ya no saben que tienen que hacer con él, están desesperados, porque intenten lo que intenten no funciona y cada vez la cosa va a peor.



¿Que podemos hacer como padres ante esta situación?

Empecemos por lo que NO es recomendable hacer:

 No entrar en una lucha de poderes en busca de ganar o decir la última palabra, ni promover la argumentación o la discusión ante una situación específica, haciéndole sentir al niño o al adolescente que nosotros, los adultos, tenemos el poder, o convencerle de que como adultos tenemos la razón.

 No criticar ni utilizar formas de comunicación de carácter agresivo. Es recomendable no
confrontar con el niño o el adolescente ante momentos de crisis.

 No obligar al niño o al adolescente a cambiar su conducta en momentos en
que esté alterado o en crisis.

 No establecer castigos en momentos de conflicto.

 No preguntar ¿por qué?

Imagen relacionada


Hay que tener en cuenta que el objetivo de aplicar una estrategia no es ganar la batalla, porque para ganar una batalla debe de haber una pelea y aquí partimos de la expectativa de lo que existe es más bien un problema que requiere de una solución, en la que salgan todos beneficiados. Es un desafío, el niño o el adolescente, busca sentir que gana, que tiene la última palabra, que tiene poder ante las figuras de autoridad y que logra que el adulto o la persona que está siendo desafiada, pierda el control. Las estrategias que favorecen la interacción son aquellas que dan la oportunidad al niño o al adolescente de sentir que ganan o que tienen cierto control sobre la situación, pero dentro de unos límites que se establecen, sin caer en lucha de fuerzas o autoritarismos.

Los problemas de conductas en muchas ocasiones resultan agotadores y en muchos casos aparece la desesperanza. Pero, si intentamos atajar estos problemas junto a profesionales, podemos conseguir reducir este tipo de conductas y generar un buen ambiente en el hogar. Así, conseguiremos disfrutar de nuestros hijos y ellos de nosotros.


Pere Grimalt
Psicólogo CV 12295 General Sanitario y Especialista en adicciones




Deja un comentario